sábado, 10 de septiembre de 2016

10 de septiembre - Día mundial para la Prevención del Suicidio.

Como saben, me gusta formar parte de estos días en los que se pretende concientizar a la sociedad sobre problemas de incumbencia de salud para todos y sobre todo, porque ha llegado a considerarse como tema tabú, es por eso que voy a contarles lo que es el suicidio. Citando a Emile Durkheim en su libro “El Suicidio”, nos define este comportamiento como: “Todo caso de muerte que resulta directa o indirectamente de un acto positivo o negativo, realizado por la propia víctima, quien sabía que se produciría este resultado” (Pag. 5). Y no es solo el matarse, el suicidio, desde mi punto de vista, empieza desde que la persona se deja morir, desde que va perdiendo el sentido de su vida o cuando decide que no es suficientemente bueno para seguir formando del mundo como lo conocemos. 



Este tema nos ha venido siguiendo desde muchísimo antes de lo que imaginamos. Los indígenas tenían incluso términos en náhuatl para referirse a este tema tales como “momictia” (matarse a sí mismo) siendo demasiado generales en ese aspecto. Pero para evitar futuras confusiones se usó el complemento con “noma” (mi mano) quedando el término como “monomamictia” (matarse por su propia mano), siendo demasiado específicos en la finalidad del sujeto. Existen más términos con los cuales referirse al suicidio por desesperación, locura o de mala manera.

Dejando atrás esta clase de historia antigua se esconde un secreto a voces detrás de estas 8 palabras; el suicidio es algo mucho más grande que eso. Es una salida fácil para problemas que, según la víctima, no tienen solución; es triste, desconcertante y en cierta manera frustrante que no se pueda realizar algo directamente con las personas que sufren intentos de suicidio o que han presentado señales de auto infringirse un daño ya que su disposición a ser ayudados resulta ser mínima y las personas que aceptan esa ayuda es una minoría a comparación de las elevadas cifras de personas que cometen esta conducta.

Ahora, mi interés en este tema surge desde hace mucho tiempo, para ser precisos, desde hace 10 años prácticamente. Es muy complicado tratar de explicar los motivos por los que una niña de 12 años piensa en el suicidio pero créanme, no es una buena vida la que se lleva a partir de eso; se cargan culpas a lo largo del tiempo y aunque sea un secreto a voces, la preocupación que tienen por ti se puede hasta palpar en el ambiente. Es algo que nunca termina de irse, permanece a tu lado como una sombra que no deja pasar tanta luz como debería, lo estoy planteando de manera un poco cursi y rosa, no es nada lindo vivir con incertidumbre, con miedos, con oscuridad. No es metáfora, de verdad todo es oscuro para la persona en esos momentos, no existe nada, ni nadie más que la muerte. Eso sí suena crudo, pero es la verdad. 

La muerte se presenta a ti en diferentes maneras y evadirla comienza a ser desgastante, irritante y hasta cierto punto, reconfortante porque comienzas a asimilar lo que te espera, comienzas a acostumbrarte a esa oscuridad, comienzas a acostumbrarte a vivir sin aspiraciones y a rogar que esa oscuridad te absorba y extinga la poca vida que queda en ti. En mi caso, en ese momento olvidé que la fe existía y que tenía muchas metas por cumplir, olvidé incluso que tenía una familia que me quería, una hermana pequeña que se quedaría esperando el regreso de un viaje a un destino que mis padres no se atreverían a revelar, me olvidé de todo y de todos, yo simplemente deseaba que los tormentos acabaran, esos tormentos que yo me tragaba pero que no eran míos, yo solo era como una esponja absorbiendo poco a poco lo que me rodeaba pero no me hidrataba como regularmente se espera, yo absorbía y me deshidrataba, me desesperaba hasta que un día, toqué fondo.

No recuerdo mucho el día que todo paso, solo que tenía una extraña calma que no había sentido en meses. Yo tenía 15 años. Llevaba tres años viviendo en todo lo que mencione en renglones pasados sumándole otros problemas que me había acarreado para hacer menos pesada la idea de morir, que ahora apreciando a retrospectiva, nunca fue una buena idea pensar en que morir iba a solucionar todos los problemas con los que estaba tratando pero al menos un 50% de ellos si se iba a acabar, de una mala manera y acarreando problemas para las personas que se iban a quedar con la culpa. Fue en la tarde noche, hacía frío y yo tenía demasiadas dudas pero ninguna de ellas era relacionada con lo que iba a hacer, mi mayor preocupación era saber qué pasaría con mi hermana y mi abuelo, pero rogué a Dios que me perdonaran por lo que estaba a punto de hacer y lloré hasta pensar que había llegado el momento. No sabía que pasaría, a dónde iría mi supuesta alma, me creía condenada porque mi religión así lo marcaba, casi podía verme ardiendo en el infierno con el demonio riéndose de mi por ser demasiado cobarde y no pedir ayuda cuando era realmente necesario. Fueron pastillas. No sé cuántas fueron, pero demasiado pequeñas, eran tan pequeñas en comparación una aspirina y bebí tanta agua como pude y me recosté deseando perder la noción del tiempo y olvidar el tic toc del reloj de mi pared, trataba de olvidar que mi madre estaba dormida en la otra habitación y mi hermana probablemente estaba haciendo tarea o haciendo algo más que prestarme atención. Entonces sucedió, algo en mi estómago se movía y yo pensaba que la muerte estaba llegando por mí, pero no veía esa luz que tanto había leído que se ve al momento de morir, solo me vi disparada hacía el baño a vaciar todo lo que tenía en él. Luego me quede dormida mientras lloraba arrepentida ¿Por qué habría hecho eso? ¿Por qué no simplemente había hablado y pedido ayuda? ¿Por qué nadie notó que me estaba muriendo? ¿Acaso tan poco importaba mi vida? Pero no, realmente no sabía que todo el mundo notaba mi deterioro; cuando me decidí a contarle a mi mamá que había pensado –más no intentado- el suicidio como opción viable me dijo llorando que la perdonará, pero ella ni siquiera sabía que la culpa era enteramente mía. Mi papá evitó el tema, sabía que no podía preguntarme las razones, se las habría dicho de cualquier manera, pero no creo que lo soportara. Contarle a mi hermana fue difícil, más difícil de lo que pensé por lo que le escribí una carta y luego hablamos de frente, yo tenía unos 18 años cuando se lo mencioné y sus palabras fueron el mejor consuelo que pude tener, en resumidas palabras me dijo que no importaban mis errores del pasado, que de cualquier manera yo siempre sería su ejemplo a seguir. Hasta la fecha, cuento con 22 años de edad y solo unos pocos miembros de mi familia saben que tengo un pasado un poco turbio y aún menos personas saben la verdadera razón por la que una vez pensé en dejar de existir.

Actualmente tengo una psicóloga que me ayuda, es mi amiga antes que nada y eso resulta aún mejor para mí, mayor confianza e incluso más fácil de entender lo que me quiere decir sin tantos términos que no terminaría de entender jamás. Tengo a mi lado a personas que me quieren y a las que quiero, que no me han juzgado a pesar de no saber todo lo que saben ahora por este escrito. Y no lo escribo porque me gusté exhibirme, sino porque quiero hacer conciencia; TODO en verdad TODO tiene una solución, no importa lo imposible que parezca, llega un momento en que las cosas si se acomodan a nuestro favor o como mejor parezca, pero de todo eso aprendemos algo muy valioso: VALORAR LA VIDA. Es algo que no tenía en mente cuando hice lo que hice, pero gracias a alguien más poderoso que yo sigo aquí tratando de aminorar las dudas, la pena, el miedo y sobretodo sigo aquí para hacer algo más grande, marcar una diferencia. Mis redes sociales están abiertas para quien quiera platicar, soy toda oídos, si en mi esta ayudar a alguien más, lo haré.

Gracias por leer y recuerden que esto no es fácil, es un camino lleno de baches, subidas y bajadas, si conocen a alguien que esté sufriendo algún tipo de problema de cualquier índole o incluso noten auto-lesiones en él, no lo dejen solo. Lo que necesitamos las personas que hemos realizado no es un regaño, no es que nos amenacen con internamientos ni con nada parecido, necesitamos apoyo, un abrazo, un “ESTOY CONTIGO” para que todo sea un poco mejor.

He peleado incansablemente con muchas personas para que dejen de tratar a los suicidas como cobardes; ¿Realmente piensan que los suicidas son cobardes? Quizás buscar una alternativa más sencilla para solucionar sus problemas es más práctico que solucionarlos pero dime tú, ¿Jalarías el gatillo? ¿Saltarías? ¿Te tragarías un puñado de pastillas? ¿Cortarías tus brazos hasta desangrarte? Realmente son muy pocas personas las que piensan que el suicidio es un acto de mucho valor, sobre todo quieres no han estado en contacto directo, a todos los demás no trataré de convencerlos, cada quien tiene su modo de pensar solo pido que jamás llamen cobarde a alguien que no sabe cómo lidiar con su vida. 

No todos somos iguales.

No todos tenemos las mismas oportunidades. 

No solo hoy, prevengamos el suicidio todo el año.

¡Los quiero!

No hay comentarios.:

Publicar un comentario